sábado, 3 de julio de 2010

XII.- LA VUELTA MUY REVUELTA.

Josefina decidió llevarse a su madre a su casa una vez que los médicos dieron su opinión, y contrató un servicio de “clínica en el hogar” que incluía desde las máquinas, catre clínico, remedios y enfermera.

La viejita no respondía al tratamiento y su pronóstico era muy malo. Joaquín y Macarena después de la oficina y Graciela de la universidad acompañaban a la abuela.

Raimundo había sacado lo peor de él, tanto así que en una de las tantas discusiones sacó en cara la alimentación al “personal”, o la no autorización por parte de su mujer para que la enfermera le hiciese masaje en las piernas mientra su suegra dormía, junto a las demás frases ya acostumbrados todos a escuchar, y que Graciela en un ataque de locura le suplicó que por favor se fuera mientras la abuela estuviera tan enferma.

- Yo ya no resisto la situación. Eres capaz de volver loco hasta a Dios, sollozando Graciela le gritó.
- Mira pendeja, estas son las cosas que tu madre te ha metido en la cabeza, por que por supuesto que aquí no hay ni un respeto; todo es para, por y con tu abuela, y estoy cansado que me pasen a llevar.

- Don Raimundo, dijo Florencia que no ve que la señora está agotada y usted dándole más problemas?
- Florencia bájame una maleta, que hoy me voy!!!
- Por favor don Raimundo, no grite que la señora se va ha poner peor.
- En el necesare colócame todos los afeites.

A los pocos minutos, Raymundo dejaba la casa con un portazo que hasta los grandes ventanales de la entrada a la casa temblaron; de inmediato un ambiente de silencio y paz inundó el hogar.

Los que dormían en ella se acostaron a descansar una vez que las vistas, junto con su hijo y su nuera tambíén se fueron.

Se volvió una cotidianeidad que en la mañana Josefina saludara a su madre, corriera a la oficina con el corazón en la mano, y volviera lo antes posible. Así siguió pasando el tiempo y su madre empeoraba....

Mientras intentaban sentar por un rato a la abuela en un sofá, escuchó a Graciela hablar con una voz conocida. No entendía bien lo que decían, pero provenía del living y una vez acomodada nuevamente la abuela en su lecho de enferma, Josefina se incorporó. No pudo controlar ni la taquicardia, ni lo sonrojada que sabía que se había puesto. José Manuel estaba ahí; y parándose con agilidad de gato abrió los tremendos brazos y la estrechó contra su pecho rodeándola completamente.

- Como estás Josefina? No puedo creer que no me hayas informado de todo lo que les estaba sucediendo. Ni una letra mujer.
- Como llegó? Como lo pasó?- le dijo Josefina en un tono tan frío que José Manuel lo percibió, pero pensó que se debía a su pena, preocupación y a su cansancio
- Sarita me informó y créeme que me vine en el primer vuelo que encontré preocupado por ustedes, pero muy molesto con ella por no su falta de criterio. Pero bueno, ya estoy aquí y eso es lo importante.
- Lo que pasa que yo le pedí que no le avisara, porque no tenía sentido echarle a perder su viaje, - le dijo con un tono irónico que hasta Graciela no entendió porque tanta pesadez gratuitamente.
- Mamá: pero sentémonos. Quieren que traiga algo? Bebida, café o pisco sour?
- No Graciela muchas gracias, he venido a ver como están y como puedo ayudar, no creo que estén de ánimo de “visitas” a pesar que yo no me siento una, pero cuéntenme como está…
- Mi mamá esta con pancreatitis, lo malo es que no dio resultado el tratamiento, que se yo si por la edad, o ella calló mucho tiempo sus molestias, la cosa es que tiene el páncreas demasiado dañado. Ha sufrido tanto la pobre, se ha venido abajo.
- Y puedo saludarla un ratito?
- Gracielita ve si puede entrar, si está despierta. Ah! Pregúntale, porque ella es tan coqueta que quizás no quiere que la vean.
- Pero como partió Josefina?
- Fue una clásica pancreatitis; mucho dolor de estómago, un poco de náuseas, en fin atroz. Yo creí que moría en el trayecto; le bajó la presión, el dolor iba en aumento, en fin
- Y tú como estás? Porque te veo más delgada y con cara de cansada.
- Bueno bien no estoy, porque estamos en la etapa que ya no tenemos nada que hacer, solo quitarle los dolores.
- La abuela está feliz que entre, pero déle unos minutos para que la acomoden don José Manuel. – Al tiempo que Graciela se sentaba en el sillón del frente y le preguntaba- Mi mamá me contó que andaba en Europa, en Madrid.
- Si, a ti te habría encantado sobre todo lo que ellos llaman la noche Madrileña; con los tablaos flamencos, tiendas, cafecito, restoranes y con la característica tan típica de los españoles de ir cambiándose de local en local y por esto vas viendo todo tipo de gente extraordinariamente animada, estudiantes turistas y toda clase de público, para llegar a lo que hoy está muy de moda la discoteca “Pachá”. Mira faltan horas y días para conocer toda la movida nocturna. De ahí partí a Paris. Que decirte; Paris es Paris. Hasta un homenaje a la mediática Lady Dy le hice; fui a comer al Ritz, y el último fin de semana, me arranqué con un amigo a Suiza. El no conocía nada, quedó muy impresionado; yo debía ver cosas personales, pero aprovechamos de ir a Montreaux, donde se estaba realizando un festival de jazz, música que mi me encanta, y luego ….
- Pasé ahora José Manuel- agregó Josefina displicentemente.

Josefina lo esperó en el living confundida por su aparición, su viaje con su “amigo”, su paso por Suiza; una sensación extraña la invadía, confundida y feliz, celosa, más segura de su amor que nunca y agradecida que hubiese llegado.

Se paró, paseó por fuera de la pieza, lo vio sentado al costado de la cama con las manos entrelazadas con las de la abuela y Graciela parada a su lado. La abuela lo miraba con placidez, y a ratos le preguntaba que como estaba.

José Manuel permaneció más del tiempo esperado. Cuando salió del dormitorio se secó las lágrimas y entro al living. Tomó los hombros de Josefina y solo la abrazó, en un profundo silencio.

- Me voy, mañana vuelvo, y créeme que estoy a tu disposición. –dándole un beso en la mejilla de despedida.
- Gracias, muchas gracias, pero hasta ahora tenemos todo lo que necesitamos.

Una vez que se fue, Graciela la increpó por lo extraña que se había comportado, pero Josefina la tranquilizó con que estaba “cansada, nerviosa, y preocupada”.

La noche fue eterna; la abuela se agravó más. Su energía, su bienestar había decaído en forma sorprendente, el cuerpo se manifestaba agotado.

Así dieron las siete de la mañana, la casa volví a su rutina, pero Josefina no quiso ir a trabajar. Se recostó en los pies de la cama de su madre y dormitó placidamente. Era extraño, pero incluso en una situación así, Josefina se sentía protegida y querida por ella y tomaba encantada el rol de hija, si tan solo el olor de esa piel le bastaba para sentirse acunada.

Cerca de las cuatro de la tarde, volvió José Manuel a visitar a la abuela; Josefina parecía de mejor humor.
- Le traigo una rosas blancas para iluminar la pieza.
- Pasó tan mala noche que no se si será capaz de recibirlo, y llevándolo hacia la pieza, se acercaron a la cama. Mamá: mira don José Manuel te trajo este ramo de maravillosas rosas blancas. Abrió los ojos y esbozando una suave sonrisa agradeció más con la mirada que con la palabra.
- Señora Josefina- interrumpió Florencia – el doctor la llama por teléfono.

Cuando volvió a la pieza, los encontró igual al día anterior; con las manos entrelazadas conversándole. Josefina no quiso cortar ese mágico momento y siguió camino a la cocina a hablar con Florencia de cualquier estupidez que se le viniera a la mente en ese momento.

Después de un rato largo, decidió entrar.

José Manuel se paró y la instó a salir de la pieza, ya en el living le dijo que le sugería llamar al doctor, que encontraba que empeoraba minuto a minuto, “el dolor es insoportable, fíjate que ya parece un embarazo su estómago”.
- Hablé recién con él y me dio autorización para suminístrale mayor cantidad de demerol, y subir la cantidad de oxígeno
- Tiene la boca seca.
- Hasta ayer me aceptaba helado de piña. Hoy solo le hemos mojado los labios con gasas con agua.
- No sería bueno llamar a los niños?
- Eso pensaba hacer, de hecho ahora voy a llamar a Joaquín.

No fue necesario llamarle, justo tocaba el timbre y aparecía con Macarena. Le explicaron del gran bajón de la abuela, miró con sus enormes ojos y entró a la pieza, mientra Macarena trataba de ubicar a Graciela por el celular.

Se encontraron casi todos -menos Graciela- en la pieza, vigilando como la muerte acechaba; la conciencia empezaba a disminuir, pero abría los ojos cuando Joaquín le hablaba. Sus manos estaban más frías y su respiración se hacía más irregular.

Al fin apareció Graciela.

Todos alrededor de la cama; Josefina al lado de la cabecera, Graciela y Joaquín le tenían las manos tomadas, Macarena al lado de Joaquín y a los pies, Florencia, don José Manuel y la enfermera, que controlaba y monitoreaba desde la presión hasta la saturación.

Ya la noche caía, y continuó una respiración ruidosamente ronca. Josefina recordó que alguna vez escuchó que eso no era un buen anuncio: “estertores de la muerte”. El silencio a ratos se hacía un infierno. Los cariños a sus manos no pararon y Josefina comenzó a acariciar su cabellera mientras hablaba casi como en soliloquio.

- Mamá: he sido tan feliz contigo, ándate tranquila, no tenemos nada pendiente. Nosotros vamos ha estar bien.

Los ronquidos se hicieron cada vez más fuertes, y sus manos cada vez más azulosas y frías.

- Mamá te quiero tanto, !! -mientras los nietos sollozaban en silencio y se llevaban las manos de la abuela a sus caras.

Poco después los músculos de la cara se contrajeron, parecía como si el pecho explotase a causa de un infarto, fue un momento de convulsiones, de incertidumbre, respiraba y dejaba de hacerlo, hasta que el monitor del corazón, presión y oxígeno dieron su fatal confirmación. La abuela, la madre, la mujer había fallecido.

Florencia, Maca y Graciela salieron a llorar desgarradoramente, tanto que José Manuel las siguió con sollozos parecidos.

Joaquín tomó el mando y llamó al doctor para informarle lo ocurrido y solicitarle el certificado de defunción y así poder hacer los trámites del funeral del su abuela.

Josefina y la enfermera cerraron el proceso de la vida, sacándole la sonda nasogástrica, y las conexiones a las máquinas.

Macarena fue con Graciela a la casa de la abuela a buscarle el traje verde esmeralda que tanto le encantaba “y me asienta mucho este color” como decía cuando lo compró.