jueves, 17 de junio de 2010

V.- QUE VIDA, QUE VIAJE.

Josefina llega de la oficina cansada y ordena:
- Por favor préstenme el computador, mañana debo entregar artículo para la revista, no he escrito nada, no estoy con ganas y para más remate no se me ocurre nada.
- Mamá cuenta el viaje a Miami?,dijo Graciela
- Hum. No es mala idea. Ya pero para de jugar y dámelo ahora
- Puchas que llegastes pesada
- Si, pesada soy, pero dámelo rápido. No ves que ya es tarde, estoy muerta y mañana debo entregarlo.

“HURACANES; SANTA ANA, ANDREW, KATRINA, CHARLEY, DENNIS, IVAN, VILMA….

Que se yo si era hombre o mujer, lo único que se, es cambió el tiempo y de paso azoló mi billetera . La cosa partió cuando a mi marido la empresa lo enviaba a Washington a una feria de gastronomía, y decidimos juntarnos en Miami a disfrutar de una semana de luna de miel en Key West. Claro nos pusimos de acuerdo en varias cosas; como por ejemplo:  el quería cumplir un sueño oculto de arrendar un convertible último modelo y jugar a que era Richard Burton y yo por supuesto, Elizabeth Taylor.

Después de dejar mi casa llena de comida, con los típicos cheques en blancos firmados por si algo me pasaba, las instrucciones de abogado, doctor,  clínicas y explicarles a mis hijos que en esta oportunidad NO TRAERIA REGALO ALGUNO, YA QUE SOLO ESTARÍA TENDIDA DE GUATA TOMANDO TODO EL SOL QUE LA VIDA ME PODÍA REGALAR, y mi máximo esfuerzo sería ELEGIR QUE JUGO O TRAGO TOMAR, preparé mi cuerpo y mi alma, para tan osada aventura.

No había detalle que olvidar y la peluquería con todos sus servicios era mi lugar perfecto; depilarse, visos y colocarme uñas plásticas largas, curvas y de color rojo sangre ocuparon varias horas de mi último día.

En la tarde preparé la maleta más chica que encontré donde a parte de los clásicos jeans el resto sería solo bikinis, pareos, y los artículos que me ayudarían a montar mi personaje: un pañuelo de seda para el pelo (para que no se me volara en el convertible) y unos anteojos de gatubela que la llevaban. Muchos besos, cuídense, pórtense bien fueron mis últimas frase hasta alejarme de mi casa.

De madrugada llegué a Miami directo al hotel del aeropuerto a esperar a Richard, tirada con mis uñas rojas de pasión en la habitación. En eso estaba, comenzando a disfrutar de mis vacaciones, cuando las noticias locales mostraron la llegada de un huracán sobre Key West, y la urgente evacuación de la zona, ya que era de categoría cinco.

Al medio día, arribó Richard con su maleta llena de ropa sucia de la última semana y la cara de conquistador de teleserie mexicana, junto a su pañuelito al cuello estilo “gato”. No alcanzó a respirar cuando le advertí, que de Key West ni hablar.

- Bueno me dijo: no es tan grave, quedémonos hoy en Miami, hagamos todas las compras que necesitamos y nos  vamos mañana a Fort Laudelaly
- ¿Qué compras?  alterada dijo la Elizabeth, si en esta oportunidad solo quiero sol y descanso
- Bueno, pero regalos para los niños y de ahí quedamos desocupados agregó Richard.

En eso estábamos, comprando todos los regalos, cuando decidimos adelantar nuestra ida a Fort Laudelaly, dado la avanzada del HURACAN y el buen tiempo hacia el norte de Miami. Covertimos nuestros personajes en realida y con mi pañuelo de seda al pelo, mis anteojos de gatubela, Richard al volante, decidimos bajar la capota del convertible CRYSLER LE BARON último modelo a fin de hacer más excitante el trayecto y aprovechar los rayos de sol para lograr el tostado fascinante . Esto fue una hazaña tremenda para mi actor. Siendo el vehículo automático, no encontró ni botón, ni perilla que tal misión la realizara eléctricamente, y ante la mirada atónita de un taxista, se montó en el asiento del piloto y a punta de fuerza bajó la capota doblando y enchuecando los fierros, mientras yo tomaba un rico café sentada en al asiento de la Taylor (copiloto).

Después de un agradable trayecto de casi una hora, y con su mano sobre mi rodilla, - cosa muy importante, ya que se usa en los estados de pololeo y/o amante-llegamos al hotel de Fort laudely.

Estacionar, bajar nuestras maletas, acomodamos en la pieza, y colocarme mi bikini negro (que tan buen cuerpo me hacia lucir) fue una sola cosa, para correr a la playa, mientras él se tomaba un vodka tónica en el bar y conversaba animadamente con el barman, hasta que agotado por el sol y sus juguitos, subió a la pieza a descansar. Pero como buen hombre limpio, tiró toda la maleta a remojar dentro de la tina con un paquete de detergente que no paraba de hacer espuma.

Me tosté de frente, de atrás, de lado y del otro lado. Me bañé evitando las “fragatas” que tanta alergia me provocan, me dormí  a pleno sol y cuando desperté me fui a la habitación para continuar disfrutando mis vacaciones-luna del miel -en la pieza ochocientrostreintaycuatro.

No alcancé a entrar cuando  bruscamente aparece un BOMBERO DISFRAZADO DE AMARILLO ENTERO gritándonos que el HURACAN CAMBIO DE MOVIMIENTO Y SE NOS VIENE YA, POR LO QUE HAY QUE BAJAR AL LOBBY, Y SUBIRNOS A LOS BUSES QUE NOS LLEVARAN AL INTERIOR DE LA CIUDAD, A REFUGIOS.

Richard con voz débil pregunto:  ¡Y todos juntos estaremos ahí?
-Si señor, toda la costa de Fort Lauderly se va a un gimnasio.

Esto le pareció espantoso, quién sabe quién nos tocaría en la colchoneta del lado y …..Entonces decidimos averiguar donde nos podíamos ir para guarecernos. La gerencia del hotel nos sugirió ORLANDO.
- ¿Qué HORROR grité, ORLANDO DE NUEVO!!!! SI YA HABIAMOS ESTADO CON LOS NIÑOS EN DOS OPORTUNIDADES.
.- Si ahí es seguro; Nunca llegan tan arriba me respondió el amable señor.

Volvimos a subir a nuestra habitación y ahí nos encontramos con un nuevo problema: ¿COMO NOS LLEVARIAMOS LA ROPA QUE ESTA REMOJANDOSE EN LA TINA?. Después de mucho pensar descubrimos las típicas bolsas plásticas para dar a lavar ropa,  y obviamente que se nos hicieron pocas, más aún con el peso del agua,. Apurados llegamos al auto cuando casi todos los pasajeros habían dejado ya el hotel y el estacionamiento se encontraba revolucionado de gringos y turistas que gritaban en que bus se iban, que ruta se debía tomar para salir de la ciudad aquellos que manejaban , mientras nosotros nuevamente tratando de subir la capota. Imposible!!!, si había costado bajarla a pesar del peso de Richard, ahora no había forma de subirla y el tiempo se nos acababa. En eso se nos acercó un taxista quien sacó mi vaso de café vacío y bajo este, apareció un pequeño botón....... que en forma mágica cubrió de inmediato el techo del vehículo.

Nos dejó en ridículo, poco “GATOS PARA MUCHA CARNE” en relación al auto, y con la cola metida entre el vehículo partimos con una lluvia que el convertible no daba abasto para resistir tal cantidad de agua, menos su capota.

Una vez que salimos del hotel y nos proveímos de linternas, comidas enlatadas y otros productos no perecibles,  cargamos bencina cumpliendo las ordenes entregadas por bomberos, tomamos la  carretera de varias pista que nos llevaría al paraíso de la diversión, o al menos eso creíamos. A poco andar y con la lluvia torrencial, los errores por ignorancia y falta de cultura frente a estos fenómemos de la naturaleza se hicieron notar; quisimos pagar el peaje y no entendíamos que la policía nos hacia toda clase de señas para que continuáramos y no obtaculizaramos más el pesado tráfico ya que las barreras estaban abiertas; lo importante era desalojar la ciudad, más que los veinte y cinco centavos de dólar a pagar. Nosotros ni con las señas universales entendíamos o talvez el temor a cometer una infracción nos paralogizó buscando monedas  hasta formar un taco impresionante mientras el HURACAN nos perseguía.

Pañuelos desechables y confort nos servían para detener el goterillo que teníamos con la capota crespa por la fuerza bruta con que Richard la había bajado. La velocidad era cada vez más lenta y la noche ya se acercaba. Así, llegamos a Orlando, y después de recorrer un sin número de hoteles logramos cerca de la media noche tomar una habitación.

El terror se apoderó de Richard, claro estábamos en pleno HURACAN, los árboles se acostaban sobre la laguna del hotel y el viento con su susurro se nos colaba por la caja del aire acondicionado. Toallas colocamos; el espectáculo pirotécnico recién empezaba y yo…..de Elizabeth Taylor no tenia de nada. Era una mamá con un niño muy asustado.¡PUTAS EN LA QUE ME HABIA METIDO pensé!!!! Mientras en el hotel repartían panfletos con las indicaciones:
- Escuchar constantemente los últimos boletines
- Mantenerse alejado de las puertas y ventanas expuestas al exterior
- Cerrar las puertas en el interior y mantenerse en la habitación más segura
- Si caen objetos por la fuerza del huracán, ubicarse bajo una mesa u otro objeto estable que ofrezca protección
- No usar el teléfono a menos que sea absolutamente necesario
- Mantener las líneas disponibles para oficiales de manejo de emergencia
- No abandonar el refugio hasta que expire el aviso de emergencia.

Así entre juegos de naipes se nos pasó la noche. Al día siguiente el panorama era desastroso; techos destruidos, árboles caídos, calles arrasadas por el agua, casas rodantes aplastadas, casas  inundadas, y el hotel.... el hotel? con cero personal, solo pasaba un empleado repartiendo toallas secas tanto así que restaurante y cafetería  se encontraban colapsados; la comida se hacia poca, y yo con ganas de revolverlas y portarme mal. Más que mal era mi luna de miel.

Bueno, a mal tiempo buena cara!!!! Por que cada dicho lo había aprendido con sangre y su filosofía me obligaba a tomar una actitud madura y conformista.

- ¿Donde podemos ir? Le pregunte a Richi
- Solamente están abierto los malls, me respondió
- Putas, que lata! dije con cara de aburrida
- Bueno pero vamos a dar una vuelta, almorzamos allá y regresamos temprano para dormir siesta, sugirió mi marido
- Ok. (Para mí adentro pensé, la siesta sería el sueño del pibe, porque entre tanto huracán, ni con grúa logro que haga las tareas…….) En realidad ya estábamos en nuestro cuarto día de luna de miel y aún me mantenía virgen, pero el temor a uno lo paraliza, el trote del huracán lo cansa, y por último las camas están fabricadas para dormir. (Saqué por conclusión)

El mall abrió el apetito de la compra, y la compulsión emanó hasta por los poros, ubicándose con maestría en mis tarjetas de créditos.Todo era barato, todo le hacia falta a los niños, todo era necesario…….. La tarjeta aún resistía.

- Vamos a los anticuarios,- me suspiro Richi
- No me voy a poder comprar un aparador, le respondí

Ya la compulsión “compril” estaba desatada y en su máximo apogeo. Y así pasamos dos días más, hasta que el tiempo se calmó, el viento sopló, las nubes desaparecieron y el buen sol apareció, y junto a nuestro convertible pudimos regresar a Miami en un caluroso y rojizo atardecer, nuevamente con mi pañuelo de seda, mis anteojos de gatubela y  mis uñas rojas, largas y curvas. La noche nos llevó a Bayside, comimos y compramos. La noche llegó en plenitud……………….

Al día siguiente al atardecer regresábamos a Chile. Había soñado tanto estar todo el día recostada sobre la blanca arena, o chapoteando en las calidas aguas.

En eso estaba, eran cerca de los 14:00 hrs., cuando Richi, aburrido conmigo de este “simple” viaje, no encontró nada mejor que plantearme -con su típica cara de "hombre de negocios" - invitar a un tipo a almorzar, (al que nunca había visto y nunca más lo vería,) y yo comprándome el cuento, acepté vestirme y entrar a almorzar al frío comedor del hotel, para luego corre apurada a cerrar las seis maletas de mis nuevas adquisiones, partir al aeropuerto donde ocho horas después me reencontraría con mis hijos.

Mi piel más blanca que antes de la partida.
Mis maletas eran ahora tres juegos más.
Los regalos eran miles y las caras de sorpresas de los niños eran increíbles.
- ¿Pero no nos dijiste mamá que en esta oportunidad no nos traerías nada?
Mi tarjeta de crédito con cinco mil dólares menos. Y Yo más cansada que nunca.”

                                                   ************
Raimundo trabajaba en una empresa familiar, en que su cargo no estaba bien definido para él, pero si le permitía moverse en un ámbito económico que de otra forma no habría tenido posibilidad. Dentro de sus labores estaba la compra de bienes raíces y aún más; decorarlo para los extranjeros que por las diferentes empresas que manejaban, les permitía alojarlos más cómodamente y a un menor costo. Tenía un gusto bastante exquisito y refinado; distinguía y reconocía el trabajo de un artesano de buena calidad en las terminaciones de boa serié o paneles de madera en las murallas sobretodo en el uso de las salas de bibliotecas. Podía dar clases sobre arquitectura. Antes de conocer a Josefina había tenido una relación de años con una arquitecta; era su segunda relación de pareja, y en ese tiempo había trabajado en una empresa textil como vendedor, por lo que todo lo que era cortinaje y tapicería eran telas conocidas para él. Le encantaban las cortinas de fibras naturales como el terciopelo, tejidas en hebras adicionales desviadas, en colores marrón por la elegancia que daban al lugar y podía mezclarlo con tapices audaces en colores y diseños con muebles de época victoriano junto a un chaise longe de Le Corbusier . Pero lo que Josefina en ese momento no sabía era que cuando lo conoció recién había terminado esa romance y vivía en una profunda depresión, que solo su compañía y el alcohol le mitigaba la angustia. Todo este mundo nebuloso lo hacía interesante; conocía gente exitosa, y no, entretenida y no; completamente transversal; sabía de historia y jamás lo vio tomar un libro de lecturas; hablaba con un vozarrón que llenaba todos los espacios y manejaba la voz para no pasar inadvertido. En una reunión social era capaz de decir a cada mujer que había, un piropo diferente:

- Que elegante tus zapatos
- Esa cartera habla italiano
- Estás de portada de una revista
- Pareces una diosa
- Que estupenda que estas, etc, etc, etc….

Sus cuentos eran tan increíbles, que los primeros meses de andanza, les daban las siete de la mañana, tiempo suficiente para ducharse y partir a dejar a Joaquín al colegio; con el tiempo descubrió que para facilitar el tiempo de Josefina, él lo acarreaba y así ella podía darse su tina.
El tiempo pasó y después de una comida, le propuso ir a un motel.

- Estas loco Raimundo. Primero debes ir a un doctor, revisar ese problema de acidez, hacerte el examen de SIDA porque con tanta mujer que me has contado que ha pasado por tu vida, no corro el riesgo que me “pingues”.
- Josefina que dura eres conmigo. La acidez debe ser cambios de alimentación o reflujo, pero que me trates como sidoso, lo encuentro de una falta de respeto increíble.
- Pero tú me has contado que en Río de Janeiro habías bailado chic to chic con una mujer espectacular y que cuando la llevaste al hotel te habías dado cuenta que era hombre. Yo, con lo poco que te conozco mi suma es súper rápida; bastante alcohol en tu cuerpo, harto besuqueo y manoseo en la boîtes, y en la cama ya casi casi te pasan gato por liebre. Me muero que me contagies de algo.
- Entonces tú pídeme hora a un doctor. Esto es una locura. Nunca me había pasado una cosa así.
- Te abras metido con mujeres que no les importaba agarrarse algo
- Cambiemos de tema mejor.

A la semana siguiente visitaban al doctor Ríos, entraron juntos a la consulta, y luego de hacerle la ficha médica preguntó

- Que le trae por aquí?
- Doctor lo que pasa, que hace bastante tiempo que estoy con mucha acidez, me hincho y me lleno de gases.
- A ver cuénteme: come de noche?
- Si
- Y hay algo que a usted le caiga mal, o se sienta pesado para dormir?
- No la verdad que no - Veo que su señora no esta muy de acuerdo con lo que usted dice
- Doctor: Raimundo no se cuida para nada; él no le ha contado que todos los días se toma por lo menos dos gin con gin y los fines de semana dos al almuerzo y dos en la noche, como mínimo. Come sapos y culebras. La acidez lo está matando, es un sonar de tripas, como rejurjiteo espantoso. Fuma más de dos cajetillas al día y su tos es muy desagradable, siempre con los bronquios como tomados.
- Bueno Josefina hablas tu o hablo yo? La tos es alergia
- Raimundo no le estas diciendo todo al doctor.
- A ver mi amigo, sáquese la ropa y por favor quédese en calzoncillo.

La situación parecía sacada de una película de Fellinni. No lo había visto nunca casi desnudo y ahora en forma muy desmedrada. Raimundo parecía ser llevado al doctor por su mamá. En la medida que el doctor lo iba revisando, Josefina no paraba de preguntar:

- Se escuchan bien los pulmones? Y el hígado no esta agrandado?

Josefina presentía que Raimundo podía tener tuberculosis, o a lo mejor cirrosis. El le había contado que años atrás había sido tratado por una tuberculosis y que su pulmón había quedado resentido. Lo de la cirrosis se lo imaginaba por el exceso de alcohol que ingería, claro que la vara con que ella medía era pésima. No tomaba nada, por lo que al segundo trago ya era un alcohólico.

- Ah! Doctor: Raimundo dice que entre piernas esta paspado, un término muy de campo. Yo creo que los hongos se lo están comiendo.

El doctor se apoyó sobre su escritorio, tomó una regla y corrió los testículos de un lado para otro para observar, mientras Raimundo meneaba la cabeza con un odio profundo y una vergüenza atroz hacia Josefina.

- No, esto no es paspado. Estos son hongos muy avanzados, por lo que cremas es poco para el tratamiento. Deberá tomar unas pastillas y mientras las tome no beba alcohol.

Una vez revisado, extendió varias órdenes para exámenes y procedimientos; perfil bioquímico, examen de orina y deposición, radiografía de tórax, scanner del abdomen, electrocardiograma, VHS, y por supuesto la receta para la compra del medicamento.

Partió al día siguiente al laboratorio de una clínica con todas las órdenes. La escoba le quedó cuando una enfermera le pasó tres frasquitos pequeños, para que los devolviera llenos de deposición, pero en días intercalado. No alcanzó a llegar a su oficina, cuando Raimundo absolutamente iracundo llamó a Josefina para increparla.

- Está bien el perfil bioquímico a pesar que me dolió harto la sacada de sangre. Entiendo la radiografía de tórax y el electro, pero es una gran estupidez que tu pretendas que me haga los exámenes de orina y caca y el scanner de abdomen. Fue más que suficiente la vejación de los hongos con la reglita. Lo que pasa que tu estás convencida que soy alcohólico, que tengo sida, pirulles y quién sabe que otra cosa más. Y esas huevadas no me las voy hacer.
- Pero al fin te van a dar tratamiento. Por favor no me grites. Y además es cosa tuya, bastante grande eres. Ve tu lo que haces. dijo Josefina cortándole la llamada.

Raimundo se hizo todos los exámenes, y llevó la botella de orina y las de deposición dentro de un cartucho de papel.

- Me sentía como un huevon con la mierda en frasco y en metro hacia el laboratorio. Toda la gente me miraba, y yo el huevón con los frasquitos en las manos, por hacerte caso.

Los resultados fueron bastante buenos, solo acidez, pero con un régimen adecuado y ciertas patillas a tomar antes de cada comida se mejoraría. Bueno y tendría que bajar las dosis de alcohol. Con todos estos certificados de garantía, Raimundo invitó después de una larga y regada comida a Josefina a un motel.

Eran las tres de la madrugada, cuando llegaron al "nidito pagado de amor". Por el citófono la empleada los dirigió a la cabaña veinte, simple sin jacuzzi.

Una pieza pequeña, en una mesa dos copas y un papel con los precios. El techo con espejo.
Josefina revisó disimuladamente el baño, mientras Raimundo se sacaba la corbata y se abría el primer botón del cuello.
Llamó por teléfono y pidió una botella de champagne.

- Raimundo para que, con todo los que has tomado y yo no tomo. Te van a cobrar un ojo de la cara.

Furioso tomó nuevamente el teléfono y llamo para avisar que no le trajeran el champagne, pero si de inmediato la cuenta.

Hasta salir del motel, no tardaron más de cinco minutos. Ni el portero entendió que había pasado.

- A mi esto tu no me lo haces- le gritó enojado
- Pero jamás me imaginé que reaccionarías así, asustada replicó Josefina
- Que te crees.? la increpó el supuesto amante, hasta que Josefina sacó una voz firme y fuerte y le ordenó que se bajara del auto,  dejándolo en lo alto de la ciudad, en un día de lluvia poco antes de las cuatro de la madrugada, en un sector que no pasaba locomoción alguna.

Josefina se fue pensando en tal mal rato pasado. Se suponía que iban hacer el amor, y terminaron peleando. Esa noche no durmió mucho. Y tampoco supo de él en los días posteriores.